viernes, 20 de junio de 2008

A ritmo de soledad

A veces, cuando estoy solo me da por pensar… Mi mente fluye de un lugar a otro, viaja, se esconde, se engrandece o se distrae simplemente…

Otras veces comprendo, a ritmo de soledad, ciertos mecanismos usados por la vida para burlarse de nosotros. Descubro en esos momentos porque, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, somos egoístas, mezquinos y deleznables. Pero a veces, en las pequeñas cosas se nos brinda la salvación de nuestras almas ante tanta perversidad.

Nos pasamos la vida esperando lograr grandes momentos de gloria cuando, poco a poco, sin darnos cuenta, esos momentos nos rodean y los dejamos escapar sin más. Lo importante no se encuentra en buscar grandes metas, sino en disfrutar de las pequeñas.

Buscamos éxito en nuestro trabajo, creemos reconocerlo con ascensos y aumentos, cuando ese éxito deberíamos obtenerlo realmente al ver los ojos, respetuosos y confiantes, de un compañero al mirar los tuyos.

Buscamos la felicidad en nuestras vidas planeando grandes viajes, necesarios para el espíritu por otro lado, cuando la felicidad puede encontrarnos sin mucho esfuerzo sentados frente al Guadalquivir junto a un corazón amado.

Y entonces, sin más, a ritmo de soledad, mi mente vuelve a este mundo, a mi cuerpo, tras volar y evadirse de la realidad que me envuelve. Y otra vez, como antes, me siento pletórico, influyente y destinado para la gloria; aunque en su interior, mi sabia mente sabe que soy egoísta, mezquino y deleznable.

No hay comentarios: