domingo, 21 de diciembre de 2008

La tercera de la Navidad

El viernes pasado (día 19) acudí a la comida de Navidad de mi empresa. Esta ha sido más cometida, en cuanto a desenfreno de mi persona, que la anterior, más tranquila y relajada.

Comenzamos a eso de las 3 en el Fuerte de Isla Mágica. Reencuentro con compañeros que hacía tiempo que no veía (como siempre), entrega de regalos y premios (como siempre), y lote espinacas y barceló que me metí por el cuerpo (como casi siempre).

Durante el evento se fueron incorporando otros compañeros, a medida que se iban acabando las respectivas comidas de sus empresas. Nosotros, como nos caracteriza, abriendo los brazos a los despojados de fiesta.

La compañera que se encargó de hacer las "fotos oficiales" se me acercó en un par de ocasiones, y al oler en el aire la presencia de una canon mis sentidos se pusieron rápidamente alerta, mis orejas se elevaron, y mis manos, inquietas, no pudieron evitar la tentación de escaparse de mi control y acceder a poseer a la "negrita". Como a estos eventos no suelo llevar cámara (ni siquiera mi otra pequeña canon), por lo que pueda pasar, siempre voy con un poco de mono, y casi siempre me arrepiento de no habérmela llevado; al menos esta vez pude desquitarme un poco haciendo alguna que otra foto...

Como viene siendo habitual en estas comidas de empresa solemos acabar todos en la misma discoteca, esta vez no iba a ser menos, y antes de irnos del fuerte ya tenía en mi bolsillo unos 20 pases de puerta para el Antique, así que para allí nos encaminamos.

Uno de los compañeros, sevillista como yo (no daré más pistas de quien era, pero a buen entendedor...), digamos que estaba un poco perjudicado..., "le sentó mal el último ron", así que tuve que conducir su coche yo mismo hacia la discoteca, mientras me decía una y otra vez, una y otra vez (one more time): "illo, que yooo voyyy bieeeen, lo unico que..., quilloooo, ¿como ha cogido yooo la shaqueetaaaa?, vaya papa mas güenaaaaaaa". Mis acompañantes de vehículo, Semi y Miriam saben de lo que hablo...

En la discoteca, más gente que en la Cuesta del Rosario para ver como es presentado Jesús al Pueblo. Casi todos compañeros. Y como siempre, como tenemos una promesa hecha, nos ponemos al final de la sala. Dos horas y media para llegar al sitio en el que nos pusimos dentro, entre codazos, saludos, bromas...

Después un poco de baile, unas risas más y para casa prontito esta vez (sobre las 11 ó 12), que uno ya está mayor y se empieza a resentir de tanto jaleo. Y es que, además, el futuro es demoledor: El miércoles cena de Navidad familiar (me podré hirviendo de comer y beber en casa, que miedo...), el jueves almuerzo de Navidad (tres cuartos de lo mismo pero en casa de mis suegros y/o de mis padres), el sábado cena con unos amigos... Y esto es sólo pensando en esta semana.

El día que me muera espero que me entierren, porque como a alguien se le ocurra quemarme, me voy a llevar ardiendo 16 meses...

1 comentario:

Marcos Prado dijo...

¿Seré yo, padre, seré yo?