jueves, 28 de agosto de 2014

A la musa

A nadie importó más que a ti los primeros pasos, confusos, dubitativos, sencillos.

A nadie preocupó más que a ti la ausencia, los días, meses y años de falta de inspiración. De poca escritura, de falta de ideas, de desierto.

A nada debe más que a tu dedicación el nacimiento de lo que hoy es este caminante. Aquella noche de juegos literarios, tres palabras, diez minutos, y rienda suelta a la imaginación. ¿Qué sería hoy este diario sin aquellos diez minutos?, ¿sin aquel asesino bebedor de Legendario que quería visitar Sevilla?

A navegar, en los lagos de locura y fantasía de los que bebe mi ego, aprendimos casi de la mano. Yo escribiendo, tú imaginando. Yo guiando el barco, tú dejándote transportar a donde yo iba. Patrón y marinero. Escritor y musa.

A nacer, a morir, a volar, a caer. A sentir y vivir, llorar, respirar y caminar. A escribir. A todo eso me obliga tu sola presencia con cada historia, con cada nueva vida. Con cada palabra.

A narrar con pasión cada ilusión. A contar para ti las vidas de otros. A desgranar cada sentido, cada sensación, cada rastro fugaz de cada estrella que cruzase el firmamento. A contar, a eso me comprometí cuando se acercaba tu partida. Y cuando no te fuiste ya el compromiso se había adueñado de mí.

A nadie, en definitiva, le debe tanto este caminante. Porque tú eres parte de él, como yo, y sin ti, musa, ni una sola página más podría ser germinada en este diario.

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