jueves, 7 de agosto de 2014

El parto

La sesión estaba programada desde muchísimo tiempo antes a las 7:34 de la mañana.

Desde poco después de las 7 él ya,  impaciente y nervioso, deambulaba por la inmensa y vacía sala de espera. Nadie lo molestaba, sólo algunas personas se lo cruzaban y, cuando lo hacían, les daba un escueto y rápido "buenos días".

Parecía que la cosa se atrasaría un poco,  pero a las 7:42 ya no podía aguantar más los nervios. Impaciente se puso a escribir algunas ideas con la intención de hacer pasar el rato más rápidamente. Pero sabía que en realidad lo que buscaba era recordar siempre el momento.

Los ojos puestos permanentemente en ella. No quería perderse ni un solo instante. Parecía como si el tiempo no avanzara. Nervios, expectación, esperanza.

A las 7:50 comenzó a preparar la cámara de su móvil, para cuando llegara y se produjera. No quería dejarse ni un solo minuto de los que se acercaban.

Pensó a quién llamaría primero, a quién ofrecería ese regalo. No todos los días se ofrece algo así, aunque tenía claro con quien quería compartirlo.

De pronto, a las 8:14 todo se paró. El parto parecía que no se retrasaría más. Levantó la vista y con una emoción contenida lo que vio lo cautivó,  se olvidó de todo y recordó el verdadero motivo que le había hecho estar ahora allí. Respiró y se calmó.

El sol, potente y poderoso, comenzaba a asomar imparable por entre las faldas de ella, la gran montaña, que dominaba desde siempre aquella impresionante sala de espera en la que había pasado la última hora, la playa. Todo había acabado, había ido bien, el parto llegaba a su fin, un nuevo día nacía,  y el sabía con quien iba a compartirlo.

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