lunes, 10 de agosto de 2015

El guardián

Comenzaba a clarear. Junto a un grupo de barquillas una figura solitaria caminaba siguiendo la ruta marcada por el agua. No habría más de seis o siete embarcaciones, todas ellas varadas en la arena, esperando el momento en el que poder dibujar sobre el mar su propio recuerdo. 

El caminante avanzaba con paso lento hacia la gran duna que ponía fin al paisaje. Las barcas quedaban a su derecha, detrás el eco de sus huellas, a su izquierda el mar, y por delante un lienzo vacío de color marrón, fabricado de húmeda arena. 

Mientras se acercaba al final de la playa, su mente se relajaba. Le gustaba dejar vagar a sus pies y a sus pensamientos, que volarán libremente transportándole a lugares nuevos. 

Iba contemplando las miles de piezas que el mar desparramaba por la orilla: conchas, piedras de colores y un sinfín de algas de distinto color, tamaño y olor. Se imaginaba que la playa era un inmenso cofre, y que él formaba parte del tesoro. 

De pronto la vio, algo en ella le llamó la atención y se agachó a cogerla. Cuando se levantó, en su mano llevaba una pluma de colores blanco, negro y gris. Seguramente alguna de aquellas gaviotas que sobrevolaban su cabeza la había perdido en un momento de la caza diaria. A él le gustaba encontrarse estas plumas, solía pensar que eran de ángeles que le rodeaban y se sentía protegido y seguro. 

Inmediatamente se arrodilló, y sobre la limpia arena que tenía delante comenzó a escribir usando la pluma, como si la playa fuera su cuaderno. 

"Soñar es gratis"

Miró alrededor y comprobó que aún seguía solo, a cierta distancia se acercaba una pareja mayor, andando con las manos entrelazadas, buscaban la rejuvenecedora fuerza del agua del mar. Estaban lejos, y el ritmo con el que andaban le permitiría acabar de escribir antes de que lo alcanzarán. 

"vivir también"

¿Cómo era aquella frase que había visto? No la recordaba del todo, pensó que era parecido a "vive la vida"  o "no dejes de soñar". De pronto recordó una pulsera en la que la habia visto y volvió al cuaderno. 

"Vive tus sueños"

El mensaje estaba grabado, tan solo le quedaba completar la última frase para todos los que lo vieran esa mañana, y garabateó algo más. 

"Buenos días"

En ese momento, como si hubiera estado perfectamente ensayado, la pareja de ancianos llegó a su altura. Sorprendidos y curiosos miraron hacia donde aquel joven estaba arrodillado con una pluma en la mano. Al leer el mensaje sonrieron a la vez y respondieron con un saludo. 

El caminante continuó en esa posición un rato más, contemplando cómo se alejaban mascando su mensaje. Unos minutos después de levantó y se puso en marcha de nuevo, con la pluma en su mano. Quería llevársela de recuerdo y ya había pensado en que lugar la colocaría. 

Sin saber de dónde apareció, un gran perro negro empezó a acercarse a él, ladrando y dando gruñidos amenazantes. Ambos se pararon a escasos dos metros de distancia. El animal, sin dejar de gruñir, miraba la pluma en la mano de aquel hombre, que se dio cuenta de la situación. 

Lentamente levantó la mano y, con un gesto tranquilo y pausado, le enseñó la pluma, después la lanzó a la espuma que adornaba los últimos instantes de las olas. El perro se tranquilizó y se dirigió hacia donde estaba escrito el mensaje, y allí se echó en el suelo olvidándose del hombre. 

Mirando sorprendido, tuvo la sensación de que estaba robándole esa pluma a la playa, y comprendió que aquel perro era el guardián de sus tesoros. La pluma había cumplido su cometido, pero no debía abandonar ese lugar. Sin saber que pensar, el caminante continuó su camino, con el convencimiento de que aquel guardián seguiría siempre protegiendo sus tesoros, entre los que ya se encontraba también su mensaje para siempre. 

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