miércoles, 4 de noviembre de 2015

Invisibles

Vuelven a ser invisibles.

Invisibles ante el espejo, que ya está curado de espanto, que tanto sabe de batallas perdidas y guerras abandonadas, que lo ha visto todo y que todo calla.

Invisibles para los ojos, poco curiosos, de los buenos conciudadanos que ya nunca se meten en líos ajenos. Para los ojos de los vecinos que, testigos mudos de cada golpe, de cada grito de dolor, prefieren mirar hacia la pared y seguir pensando que no hacen mal a nadie, que con ellos no va la historia, que cada cual en su casa y Dios en la de todos.
Invisibles para su hijo, que parece que no sabe nada, aún cuando sus miradas son cada vez más calientes y duras, y sus abrazos más fuertes y seguidos.

Invisibles para todos los que habitan alrededor de su mundo de temor y sufrimiento. Para todos menos para quien mira desde el espejo, rota el alma y dignidad pérdida, entre un mar de insultos que resuenan en la cabeza.

Mientras recoge los ungüentos, las cremas y pinturas, no puede evitar que escape una lágrima de su ojo amoratado. Donde hace solo unos instantes brillaba el fruto de la ira, de la furia incontrolada, agolpándose en una explosión de verdes y rojas vergüenzas, ahora solo hay pequeñas marcas inapreciables bajo capas y capas de polvos cosméticos bien distribuidos. Piensa el pudor que sufriría si todos supieran que se maquilla de esa forma tan extrema, pero peor sería que descubrieran la verdad, que alguien sacara a flote una pequeña cantidad de su cargamento de lágrimas escondidas.

Vuelve a mirarse en el espejo antes de dar por concluida su obra. Nadie sospechará. Logra parar el llanto, debe hacerlo y sobreponerse. No es fácil salir a la calle después de una paliza, vestirse y empezar de nuevo el día siguiente a cada maltrato. No es fácil sobrevivir así en un mundo tan machista.

Se mira en ese espejo y lo que ve es un hombre destrozado, que prefiere morir antes que dar la cara, que hace invisible lo que no puede ocultarse. Un hombre que entierra su dignidad, humillado en cada insulto, hundido con cada patada. Un hombre roto por una mujer que lo desprecia, que lo destierra con cada golpe en la cara. Un hombre deshilachado en manos de la mujer que amaba. Un hombre atemorizado y perdido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran historia y sorprendente giro final que rompe los esquemas que nos han ido preinstalando poco a poco sin darnos cuenta, y nos hace ver que no todo es blanco o negro.
Enhorabuena