jueves, 31 de julio de 2014

El encargo

Sucedió esa misma mañana. Le pidieron una historia corta para saciar las ansias de lectura, para esa misma noche, para leer antes de dormir.  “Me gustan tus relatos. Y leer me apasiona”.  Eso fue lo que su nueva lectora le lanzó a la cara. No hizo falta decir más para despertar su interés, para que aceptara el desafío.

Presto a satisfacer los deseos de sus queridos lectores se dispuso, ocupado también en otros menesteres más mundanos, a reservar un trozo de sí mismo y le dio riendas sueltas para que imaginara, para que creara, para que hiciera brotar de la nada un jardín.

Pensó y pensó en un posible tema, le vinieron muchos, pero todos vacíos y carentes de sensibilidad. Pasaban las horas.Se desanimó.

Pero se obligó a seguir. Cuando empezó con esta locura de escribir se dijo: a escribir se aprende escribiendo. Y en ello está desde entonces. Es indispensable en esta aventura haber leído mucho, haber disfrutado y sufrido mucho con historias de otro. Pero llega un momento en el que eso se queda corto. Le gustaba leer, pero ya no le llenaba del todo, había un hueco siempre que llenar, un vacío que no se va con más lecturas, sino dando vida, imaginando, soñando para otros...

Perdido en estos pensamientos se acordó de sus musas, tan reales y cercanas algunas. Las llamó, una a una, pero ese día parecía que estaban todas ya de vacaciones. Ninguna quiso ayudarle en este reto que se le proponía, ninguna dispuesta a acudir a su súplica.

Y como siempre, como cada momento en el que se queda sin alternativas, desató el lado oculto que lo domina sólo cuando nadie mira lo que hace. Dejó volar su mente, en blanco, pero moteada por recuerdos, vivencias, ilusiones, fracasos. Ni siquiera este mecanismo le funcionó.

El pozo de la fantasía seco. Y esa sensación de necesidad de escribir y escribir, espoleada por el encargo del ímpetu mañanero de su impaciente lectora.

Escarbó y profundizó dentro de sí mismo cortando la conexión con sus sentidos, sólo quedó él y su cuaderno (tablet), su hoja vacía, su reto, su necesidad. Los ojos cerrados.

Y cuando levantó la cabeza pensó en como había llegado hasta allí desde la petición lanzada. “Ésta es la historia” se dijo. Se dio cuenta de que casi había cumplido con lo que se le pedía. Retocó, engalanó, corrigió. Dejó que trabajara el caminante…

Y aquí está el relato pedido, un relato atípico. Es el nacimiento frustrado de un cuento imposible. Con el deseo impreso de que sirva esta noche para saciar la sed de lectura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Simplemente, haces SENTIR. Da igual que provoques dolor, alegría, pena, miedo… lo importante es que provocas sentimientos en los demás y en eso consiste la creatividad. Eres muy grande! No lo olvides nunca.

No dejes de escribir, no dejes de soñar.

Una a la que llaman loca